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lunes, 7 de enero de 2008

Genialidad (parábola).

Cierta vez un hombre se encontró con un genio, que pero tenía la autoestima enterrada a seis metros bajo tierra.
Se le acercó y le preguntó:
-¿Es usted el señor Fulano?
-si, lo soy- respondió tímidamente.
-La gente dice que es usted un genio, ¿es verdad?
-Para nada amigo mío, soy solo un simple mortal.
El hombre continuó su camino, y andando se encontró con otro sabio, al cual también se le acercó, y le preguntó:
-¿Es usted el señor Zutano?
- ¡Si lo soy!- respondió ensoberbiado.
-La gente pregona que usted es un genio; ¿es verdad?
-¿Cómo osa preguntarlo?, pues claro que lo soy, ¿qué se ha creído usted?
El hombre siguió su camino y se encontró con un tercer erudito, a quién también le preguntó:
-¿Es usted el señor Mengano?
El hombre, serenamente y sin inmutarse contestó:
-Si, lo soy.
-La gente dice que usted es un genio, ¿es cierto eso?
-¿Y no lo somos todos?, respondió, y continuó:
-Amigo mío, usted puede tener en su casa el mejor sistema de iluminación del entero universo, el más sofisticado, el más caro, el más elegante.
Y si no hay nadie que pase el interruptor, permanecerá a oscuras, todos tenemos un cerebro que es la máquina más compleja del universa, pero para que se encienda la bombilla del EUREKA, es necesario pasar el interruptor.
Y éste, no es otra cosa que el saber y creer que todo ser humano es un genio en potencia, pues la genialidad es una característica inherente a la humanidad toda.
El problema es que el grueso de la población o no sabe que es genial o no se lo cree, mientras que; entre los pocos que lo sabemos, hay una minoría tan soberbia que no permiten que se desvele el secreto, de que todos, sin excepción somos genios en potencia.
Y el hombre desde ese día decidió desarrollar todas sus potencialidades, a pesar del mundo.

(Felipe Antonio Santorelli)