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martes, 15 de febrero de 2011

Atenea



Atenea; de día, era una niña dichosa, la alegría infantil brillaba diáfana y nítida en sus ojitos almendrados mientras retozaba feliz con su madre.
Las dos estaban solas todo el día, jugando, haciéndose cosquillas y correteando por toda la casa como en un parque imaginario de risas y de cantos. La niña de tres años solía agarrarse de la falda de su madre, y la jalaba para luego extender sus brazitos, pidiendo así el ser cargada. Todo era algarabía, gozo y paz hasta que llegaba ineludible, la hora de la cena.

Un portazo, estruendoso y seco, seguido del sonido de fuertes pasos, tacón…tacón…tacón…tacón, ese era el anuncio, el aviso del comienzo del averno.
Llegaba la furia tremebunda, el huracán, la bestia, el ogro…
Cuando apareció el dragón escupe fuego, lo hizo blasfemando y gritando toda clase de improperios, tomaba a la angustiada señora por los hombros y la zarandeaba como a una muñeca de trapo, Atenea estaba entre los dos, mirando hacia arriba, hacia el rostro iracundo de su padre, hacia el rostro temeroso de su madre, cuando; sin aviso y sin protesta, el padre disparó su puño contra la mejilla de la asustada doña, y otro golpe y otro más…

-¡CANALLA!-  Gritó envalentonada Atenea desde su instinto infantil
Una bofetada partió desde la palma de la rústica mano adulta para estrellarse brutalmente con el rostro de la infanta. Tan duro le pegó que su cabeza pareció dar varias vueltas, y tanto fue el dolor y tanto fue el susto que la niña despavorida fue a esconderse detrás de las piernas de su madre, instintivamente, sin percatarse de que ella; la madre, ya no podía servirle de escudo pues estaba totalmente malograda, tanto en cuerpo como en alma y en espíritu.

Y allí estaban los tres, de pie, dentro de su triángulo infernal; él,  tan indispuesto que ya parecía desalmado, ella; tan aterrorizada que ya no reaccionaba ante los golpes, y la niña, solitaria y con doble tarea…protegerse a si misma y a su  madre impasible, apática e inexpresiva…

lunes, 7 de febrero de 2011

Dedicado a todos los escritores que murieron creyendo en la utopía:


Nadie se había percatado del deceso reciente del Jilguero, nadie supo que el Ruiseñor había ya cruzado el umbral, nadie entendió ese día el canto del Canario.
Murió solo, íngrimo y solo, murió dormido, murió soñando:

Soñando con palacios de cristal y de ónice y de ágata, revestidos con cintillos de oro y enarbolando banderas de abedules a los lados de cascadas de agua fresca que flotaban entre nubes de algodón y hierbabuena.

Soñando con sus mundos imposibles que navegan fastuosos multiversos en que las novas son las metras y canicas de los niños, los planetas son sus trompos, y en que toda nebulosa y galaxia es un carrusel de fantasías siderales.

Y allí goza el trovador su plácido descanso eterno, entre fiestas y festines, entre angelicales algarabías, recreando las felices aventuras que leyera, cuando su alma juguetona se internaba entre laureles de sus musas.

Y sus risas y sonrisas se nos quedan, albergadas por las almas infantiles de nosotros; los que amamos la utopía y celamos para siempre la esperanza de vivirla

sábado, 5 de febrero de 2011

Los Dos Libros Mas Importantes de mi vida


Los dos libros más importantes de mi vida no son mis favoritos, mis libros favoritos en prosa son El Alquimista de Cohelo, Ilusiones de Richard Bach, Cien Años de Soledad de García Márquez, El Tunel de Sábato  y una infinidad de poemarios.

Pero los dos libros que marcaron mi vida son Cómo Ganar Amigos de Dale Carnegie y Juan Salvador Gaviota de Richard Bach.
Gracias Yarima por regalarme esos libros cuando tenía 18 añitos, no tienes ni idea de lo mucho que le han aportado a mi vida; de lo mucho que me han enriquecido, de lo mucho que me han otorgado.Sin esos dos libros no sería hoy quién soy, y no sería mañana quién llegaré a ser Dios mediante.
Solo quería acotar esto, cuando el discípulo está preparado el maestro aparece, la primera vez fue a través de Yarima, después hubo muchos maestros más en mi senda, por nombrar solo dos (y cómo es verdad que las coincidencias no existen pues ambos tienen el mismo apellido aunque ni siquiera se conocen) Loli y el Dr Santos, este último fue quién me dijo -Busca las respustas dentro de tí, todas las respuestas que necesitas están dentro de ti-
Gracias hermano por esa sentencia, y gracias a todos los Maestros que el buen Dios ha puesto en mi camino, ellos saben quienes son.

P.D.:  Me faltó un tercer libro,el Manual del guerrero de la luz" de Paulo Cohelo, ese libro también me enseño tanto pero tanto, Gracias Cohelo por existir y por escribir

Cuento Abierto


Paseándome por las sendas del destino; las mismas que a veces son encumbradas, a veces son abismales y otras tantas veces son tan planas y verdeadas como la Sabana en primavera, me encontré con un sendero enhiesto y empedrado, de esos que; más que caminarlo había que escalarlo, y al pie de la trocha había un letrero -Poeta Prolífico-

-Pero...prolífico- pensé un instante
-interesante-

Así que me armé del poco valor que me quedaba, me sacudí el cansancio como mejor pude y emprendí el ascenso, sereno al principio, jadeando cada vez más a medida que ascendía, el panorama era exótico, exquisito y fascinante; habían azules "pensamientos" a los lados de la empinada vereda y aunque no alcancé a verlos, el aroma ajazminado poblaba la atmósfera totalmente.

Al fin alcancé a llegar; lengua en tierra, a la cima y todo lo que había era una cueva, ninguna edificación a la vista; ni palacios ni villas ni mansiones ni tan siquiera un ranchito de latón y zinc o cuando menos de bahareque (barro y ramas)

-Ni modo, ya estoy aquí y para atrás ni para coger impulso- me dije, así que entré en la cueva que no voy a describir porque no viene al caso, además que todas las cuevas son siempre húmedas y oscuras y tienen su lote de estalactitas y estalagmitas asegurado por el carbonato de calcio que se cuela por las rendijas de la tierra y las filtraciones de las aguas.
Pero como esto es un cuento aburrido y no una clase de mineralogía, volvamos a lo nuestro, al fondo de la cueva había un señor cuarentón, sentado frente a un escritorio y sobre este último, una máquina de escribir de la era devoniana, todo un fósil la maquinita.

Tosí para hacerme notar con el característico "cof cof"   seguido del "ujum" que todos conocemos; y el señor, sin voltearse siquiera me dijo -pasa, ponte cómodo- mientras tecleaba sin pausa ni descanso.

-Dime, ¿en qué puedo servirte, ayudarte o lo que sea que andes buscando por acá?
-El letrero al pie de la montaña dice "Poeta Prolífico", eso significa que escribe mucho ¿verdad?
-Depende del diccionario que uses
-¿Cómo?
-¡Claro que significa eso! ¿qué creías?
-Y...todo lo que escribe ¿es bueno?-le pregunté con un tono de voz temblante y algo asustado
-En la caja, saca y lee y después me dices

Y así lo hice, y leí y leí y perdí la noción del tiempo de tan entusiasmado, fascinado, emocionado, conmocionado que estaba.

-¿ Cuántos de estos escribe...digamos al día?
-Depende, a veces tres a veces diez
-¡Ah! ¡Qué! ¿cuántos dijo? ¿cómo lo hace?
-Hijo- me dijo cortesmente y con cariño paternal (era evidente que la soledad lo estaba royendo en las fibras más íntimas de la médula de su alma)- el cerebro es una máquina y para que trabaje bien solo tienes que pasar los interruptores adecuados; ¿sabías que tu materia gris procesa cincuenta mil imágenes cada segundo?, ahora los interruptores son las creencias, si crees que no se puede lograr tal hazaña jamás lo conseguirás, pero si piensas que todo es posible, lo más probable es que buena parte de esas cincuenta mil imágenes se filtren a tu consciencia y fluyan suavemente a través de tus nervios hasta tus dedos para transformarse en poemas, buenos poemas en un papel.
Cada cabeza es un mundo y cada mundo es un millón de millones de cabezas y así al infinito, eso sin tomar en cuenta que todos y cada uno de nosotros estamos conectados al Inconsciente Colectivo del maestro Jung

-¿Quién?
-Carl Gustav Jung, y eso que no quiero entrar en materia más polémicas como la reencarnación, lo cierto es que todos tenemos mucho material de donde sacar poemas, los bloqueos son auto impuestos, no son otra cosa que miedo, miedo al fracaso; y mientras tengas un lector asiduo, uno solo jamás fracasarás
-¿Y quién puede leerle acá arriba en este aislamiento enajenante en medio de tanta soledad?
-¿Quién más? ¡Yo Mismo!, soy el más leal de mis lectores y el más severo de mis críticos; ¿entiendes porque soy prolífico?
Porqué no puedo fracasar, es imposible y porque sé a ciencia cierta que por mi cerebro cada segundo del día pasan decenas de miles de imágenes y pensamientos.

-Vaya- le dije, -me tocará meditar eso

Y como ya advertí que el cuento era aburrido lo dejamos hasta aquí.
Pido disculpas por robarles su precioso tiempo y perdón por causarles tantos bostezos, en fin de cuentas este es un cuento abierto, cada quién le ponga el final que mejor le parezca, yo como Pilatos ¡ME LAVO LAS MANOS!

Los Demonios Interiores



He tenido la dicha de contar con muchos maestros en mi vida, siempre ha habido alguien que me ha enseñado a enderezar mi camino, a enderezar mis ramas en busca de la luz.
Algunos de ellos los escuché con mis oídos y los vi con mis ojos; a otros  (citando a Quevedo) "los escuché con mis ojos" algunos de estos últimos todavía viven, gracias a Dios y no tienen ni idea de que han sido mis maestros pues no saben que existo, no saben; por tanto desconocen el gran servicio que me han prestado.
Uno de ellos es Paulo Cohelo; su libro "El Alquimista" me ayudó a recordar algo que había olvidado y es que los tesoros que buscamos con tanto afán suelen estar bajo nuestras propias narices y no nos damos cuenta.
Pero hay dos libros de él que no me hicieron recordar algo que ya sabía, me enseñaron en cambio cosas que ni siquiera me imaginaba, "El Manual del Guerrero de La Luz" y "El Peregrino de Compostela"; en este último hay un pasaje donde el peregrino habla con su demonio interior, y aquí está el meollo de este asunto.

Gracias a ese pasaje me atreví a enfrentar a mis demonios interiores, pero ya no agrediéndolos y exigiéndoles que me dejaran en paz; como había hecho tantas veces en el pasado; sino hablándoles de amigo a amigo, ganándome su confianza y resulta que cuando al fin me gané su confianza (después de mucho trabajo y dedicación, como el que trata de acercar a un gato arisco a su casa) descubrí que todos mis demonios interiores no eran más que niños asustados, que se disfrazaban de monstruos porque me tenían miedo.

Y cuando los traté con amor, los infantes se quitaron sus disfraces demoníacos y me abrazaron fuerte fuerte y entre lágrimas, pero esta vez las lágrimas eran de dicha.