Buscar este blog

sábado, 5 de febrero de 2011

Los Demonios Interiores



He tenido la dicha de contar con muchos maestros en mi vida, siempre ha habido alguien que me ha enseñado a enderezar mi camino, a enderezar mis ramas en busca de la luz.
Algunos de ellos los escuché con mis oídos y los vi con mis ojos; a otros  (citando a Quevedo) "los escuché con mis ojos" algunos de estos últimos todavía viven, gracias a Dios y no tienen ni idea de que han sido mis maestros pues no saben que existo, no saben; por tanto desconocen el gran servicio que me han prestado.
Uno de ellos es Paulo Cohelo; su libro "El Alquimista" me ayudó a recordar algo que había olvidado y es que los tesoros que buscamos con tanto afán suelen estar bajo nuestras propias narices y no nos damos cuenta.
Pero hay dos libros de él que no me hicieron recordar algo que ya sabía, me enseñaron en cambio cosas que ni siquiera me imaginaba, "El Manual del Guerrero de La Luz" y "El Peregrino de Compostela"; en este último hay un pasaje donde el peregrino habla con su demonio interior, y aquí está el meollo de este asunto.

Gracias a ese pasaje me atreví a enfrentar a mis demonios interiores, pero ya no agrediéndolos y exigiéndoles que me dejaran en paz; como había hecho tantas veces en el pasado; sino hablándoles de amigo a amigo, ganándome su confianza y resulta que cuando al fin me gané su confianza (después de mucho trabajo y dedicación, como el que trata de acercar a un gato arisco a su casa) descubrí que todos mis demonios interiores no eran más que niños asustados, que se disfrazaban de monstruos porque me tenían miedo.

Y cuando los traté con amor, los infantes se quitaron sus disfraces demoníacos y me abrazaron fuerte fuerte y entre lágrimas, pero esta vez las lágrimas eran de dicha.