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sábado, 5 de febrero de 2011

Cuento Abierto


Paseándome por las sendas del destino; las mismas que a veces son encumbradas, a veces son abismales y otras tantas veces son tan planas y verdeadas como la Sabana en primavera, me encontré con un sendero enhiesto y empedrado, de esos que; más que caminarlo había que escalarlo, y al pie de la trocha había un letrero -Poeta Prolífico-

-Pero...prolífico- pensé un instante
-interesante-

Así que me armé del poco valor que me quedaba, me sacudí el cansancio como mejor pude y emprendí el ascenso, sereno al principio, jadeando cada vez más a medida que ascendía, el panorama era exótico, exquisito y fascinante; habían azules "pensamientos" a los lados de la empinada vereda y aunque no alcancé a verlos, el aroma ajazminado poblaba la atmósfera totalmente.

Al fin alcancé a llegar; lengua en tierra, a la cima y todo lo que había era una cueva, ninguna edificación a la vista; ni palacios ni villas ni mansiones ni tan siquiera un ranchito de latón y zinc o cuando menos de bahareque (barro y ramas)

-Ni modo, ya estoy aquí y para atrás ni para coger impulso- me dije, así que entré en la cueva que no voy a describir porque no viene al caso, además que todas las cuevas son siempre húmedas y oscuras y tienen su lote de estalactitas y estalagmitas asegurado por el carbonato de calcio que se cuela por las rendijas de la tierra y las filtraciones de las aguas.
Pero como esto es un cuento aburrido y no una clase de mineralogía, volvamos a lo nuestro, al fondo de la cueva había un señor cuarentón, sentado frente a un escritorio y sobre este último, una máquina de escribir de la era devoniana, todo un fósil la maquinita.

Tosí para hacerme notar con el característico "cof cof"   seguido del "ujum" que todos conocemos; y el señor, sin voltearse siquiera me dijo -pasa, ponte cómodo- mientras tecleaba sin pausa ni descanso.

-Dime, ¿en qué puedo servirte, ayudarte o lo que sea que andes buscando por acá?
-El letrero al pie de la montaña dice "Poeta Prolífico", eso significa que escribe mucho ¿verdad?
-Depende del diccionario que uses
-¿Cómo?
-¡Claro que significa eso! ¿qué creías?
-Y...todo lo que escribe ¿es bueno?-le pregunté con un tono de voz temblante y algo asustado
-En la caja, saca y lee y después me dices

Y así lo hice, y leí y leí y perdí la noción del tiempo de tan entusiasmado, fascinado, emocionado, conmocionado que estaba.

-¿ Cuántos de estos escribe...digamos al día?
-Depende, a veces tres a veces diez
-¡Ah! ¡Qué! ¿cuántos dijo? ¿cómo lo hace?
-Hijo- me dijo cortesmente y con cariño paternal (era evidente que la soledad lo estaba royendo en las fibras más íntimas de la médula de su alma)- el cerebro es una máquina y para que trabaje bien solo tienes que pasar los interruptores adecuados; ¿sabías que tu materia gris procesa cincuenta mil imágenes cada segundo?, ahora los interruptores son las creencias, si crees que no se puede lograr tal hazaña jamás lo conseguirás, pero si piensas que todo es posible, lo más probable es que buena parte de esas cincuenta mil imágenes se filtren a tu consciencia y fluyan suavemente a través de tus nervios hasta tus dedos para transformarse en poemas, buenos poemas en un papel.
Cada cabeza es un mundo y cada mundo es un millón de millones de cabezas y así al infinito, eso sin tomar en cuenta que todos y cada uno de nosotros estamos conectados al Inconsciente Colectivo del maestro Jung

-¿Quién?
-Carl Gustav Jung, y eso que no quiero entrar en materia más polémicas como la reencarnación, lo cierto es que todos tenemos mucho material de donde sacar poemas, los bloqueos son auto impuestos, no son otra cosa que miedo, miedo al fracaso; y mientras tengas un lector asiduo, uno solo jamás fracasarás
-¿Y quién puede leerle acá arriba en este aislamiento enajenante en medio de tanta soledad?
-¿Quién más? ¡Yo Mismo!, soy el más leal de mis lectores y el más severo de mis críticos; ¿entiendes porque soy prolífico?
Porqué no puedo fracasar, es imposible y porque sé a ciencia cierta que por mi cerebro cada segundo del día pasan decenas de miles de imágenes y pensamientos.

-Vaya- le dije, -me tocará meditar eso

Y como ya advertí que el cuento era aburrido lo dejamos hasta aquí.
Pido disculpas por robarles su precioso tiempo y perdón por causarles tantos bostezos, en fin de cuentas este es un cuento abierto, cada quién le ponga el final que mejor le parezca, yo como Pilatos ¡ME LAVO LAS MANOS!