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lunes, 1 de noviembre de 2010

Así nace la poesía

Imagínate a Dios como a un Árbol.
Un árbol antiguo como el Pino, alto como la Sequoia, robusto como el Roble, sabio como el Samán, noble como el Cedro, de ramas flexibles como las del Abeto...
Imagínalo desperdigando sus semillas al viento, unas caen por aquí, otras caen por allá, otras acuyá y aún otras más allá.
Y todas las semillas germinan, crecen, se desarrollan, florecen y sueltan sus versos polínicos que viajan a galope tendido sobre el lomo de las brisas, en una búsqueda frenética de semejanzas y de floridas igualdades.

Y los versos se re-encuentran, se reúnen, se celebran y festejan unos a otros en poéticas danzas de felicidad, solidaridad, hermandad, alegría y verdad.

Así nace la poesía, así brota acrisolada por los vientos, los incendios, las heladas, los abismos y las simas.
Así surge bendecida por las flores que recrean en los versos inquietudes tan humanas, tan sensibles, tan hermosas, tan profundas, tan reales e irreales, misteriosas mocedades que eternizan sentimientos y piedades y empatías por doquiera.