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sábado, 18 de septiembre de 2010

Boulevard


Estábamos en el carro de Beatriz, sentados en el asiento trasero, ella me miraba sonriente, con la malicia de quién busca un puñal en la piscina, y yo no podía si quiera imaginar por dónde me iba a saltar la liebre esta vez.
A pesar de que muchas veces me comentó que yo le gustaba más estando furioso que sereno, porque tengo una mirada penetrante e intensa cuando me absorben los airados sentimientos; aún así no me imaginé que esa noche me iba a tocar pasarla solo recorriendo el Boulevard de Sabana Grande.
No sé que excusa usó para molestarme, no lo recuerdo. Lo que si recuerdo es su belleza impactante, su menuda presencia, su pequeña y deliciosa estatura y sus pies. Calzaba treinta y cuatro, por eso yo le decía Cenicienta, recuerdo que cierta vez me tocó recorrer todas las zapaterías de Caracas buscándole un par de zapatillas, pero tan pequeñas no había -excepto por los zapatos de niña que ella no quería usar- y las de cristal estaban agotadas. Al final se probó un par número treinta y cinco y se quedó con ellas a pesar de que le quedaban como chapaletas (supongo que ella también se había cansado de caminar)
Pero volviendo al meollo de la situación, el semi cuero del asiento trasero me tenía las nalgas completamente sudadas, aunque la noche era fría, y justo a media noche comenzó a pelear, tal vez buscando esa mirada que tanto le agradaba; en mis ojos.
Pero yo –ofuscado, hastiado y rabioso- le dije a Beatriz:
-Detén el auto, me bajo aquí
Y así me bajé de la calabaza tirada por no sé cuantos ratones de fuerza y comencé a deambular bajo la luna menguante, aguantando frío.
Y allí comenzó mi travesía por las calles de un Boulevard como una jungla; cinco horas…cinco larguísimas horas a la espera de que abriera el metro para regresar a casa.

¿Por qué no tomé un taxi?, pues porque más, yo era un limpio, uno que siempre está pelando los dientes, uno que no tiene más que papeles y tarjetas de presentación en su billetera –y una que otra foto, un carnet viejo, un trozo de estrofa en un papelito arrugado, y tantas esperanzas de pegar un loto para salir de abajo-

(continuará...tal vez)